lunes, 29 de noviembre de 2010

To lose a friend.

Perder una amistad, proceso sigilosamente doloroso con un fin de soledad independiente de la causa. Perder una amistad... una mierda.

De repente y sin saber cómo o por qué no hablamos más, lo que costó construir durante días, semanas, meses, años, se va a la basura. Valga la redundancia, perdemos nuestro tacho de basura mutuo.

En días, uno o dos, todas esas horas caminando y riendo a la par, simplemente se desvanecen ante un simple: "No queda nada". Y duele.

Se sigue viviendo, no es una enfermedad terminal ni un diagnóstico de cáncer. Se vive sin una parte de sí mismo, sin una amiga; aunque como en toda relación, debe ser de a dos, en vano son las lágrimas que caen. Hasta es en vano recordar porque me hace sonreir en la oscuridad de mi cuarto un lunes por la noche.

Los recuerdos son una tortura de la realidad que hoy es distinta a la de hace tres días atrás (y también duele).

Ya planear maneras de recuperar el afecto es inútil, hasta ridículo y embarazoso. Más alla de ello, es imposible.

Y bueno... eso duele más que todo lo previamente mencionado.

1 comentario:

Little Red Riding Hood dijo...

Lamentablemente más perfecto imposible. Te amo