lunes, 29 de marzo de 2010

What do you see when you see me, Sir?


El ambiente aquí no es cálido, pero no es peor de lo que imaginé. Ni mejor. No siento mis movimientos, es como una nube que toma la forma del cuerpo que existía y dejó de vivir.
Soy lo único que nunca fui ni pude ser. Soy algo que no entiendo ni logro procesar. Hacía arriba, una imperiosa e infinita oscuridad; y voces. Llantos, súplicas, preguntas, risas, aplausos, canciones, frases. Y entre todo aquello mis pasos pasaban desapercibidos. Las paredes tienen un extraño color, uno que jamás había visto. Me pregunto si tiene alguna relación con el lugar en el que me encuentro, es un color oscuro lleno de manchas de distintos colores. Me convenzo de que cada uno tiene su significado, pero no me detengo a pensar en ello por mucho tiempo.
Al rato escucho otros pasos acercandose a los míos, casi a la misma velocidad. Se asoma de un pasillo que aún no he transitado, un hombre que viene hablando consigo mismo de forma muy calma. Sólo llego a escuchar la palabra 'jamás'. Lo miro directo a los ojos y noto tristeza en ellos. No me atrevo a preguntar, no puedo iniciar la conversación asi que dejo que él se encargue de ello.
Una vez cerca mío repite: 'Jamás' . Sólo me le quedo mirando, esperando a que prosiga, lo cual para mi sorpresa, hace. 'Jamás gastés tus lágrimas aquí adentro, no valen más que las de todos los locos que no tengo duda habrás escuchado. Años enteros (si es que aún existen) he intentado hacer que alguien escuche mis llantos y se acerque a secar mis lágrimas. Jamás, repito, jamás lo hagas'. Él levanta la vista, sus ojos se detienen en los míos por tan sólo unos segundos, baja la viste y sigue. Casi juraría haber visto una mínima sonrisa, tal vez de compasión. El hombre aparentaba haber estado aquí por mucho tiempo por lo que decidí tener en cuenta su consejo.
Al doblar y tomar el pasillo del cual el hombre venía, lo entendí todo. Ese era el pasillo de la memoria y quien pasaba por él no veía más que su propia vida. Todos los recuerdos, desde el menos importante hasta el que modificó mi vida radicalmente, estaban allí. Una sensación de frío recorre lo que queda de mi cuerpo hasta paralizarme. Me quedo parada frente a mi vida y comienzo a hacerme preguntas hasta que noto las lágrimas empezando a caer involuntariamente. Bajo la cabeza, las observo cayendo y sin indicios de querer frenar y el miedo contribuye al frío en el objetivo de hacerse dueño de mi ser o lo que sea en lo que me haya convertido. ¿Será mi alma el que camina y vive aquí? Sólo es una pregunta entre todas las que no han tenido respuesta anteriormente. Veo las imágenes pasar y me detengo en una de ellas en la que estoy riendome y mis carcajadas se oyen cada vez más distantes a medida que otro momento la completa. Intento descifrar la razón por la cual llegué aquí, pero mis pensamientos se congelan ante la situación en la que me encuentro. Es imposible frenar el llanto y las miradas de asombro, casi tanto como pedirle al corazón que deje de sentir.
Cuando ya no soporte más lo que se me presentaba, di la vuelta y regresé al pasillo en el que me encontraba. Me quedé quieta por unos minutos que pasaron demasiado rápido y puse mi atención a una palabra que creía divisar a lo lejos. "Jamás".
Me apegué a ella tanto como pude. Desde entonces no me escucho llorar y he olvidado el sabor de mis lágrimas. Eran hermosas, pero tuve que renunciar a ellas.
Por cierto, el hombre que me brindó el consejo que me ayudó a subsistir en este lugar en el que me encuentro, jamás volvió. Sigo creyendo que hay pasillos que aún no he descubierto y que son por los cuales él debe estar paseandose en estos momentos. Aún tengo la ilusión de volver a encontrarlo y que me mire de esa manera tan única y me diga las palabras más útiles.

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