viernes, 26 de septiembre de 2008

Cuando desperté me sentí vacío y solo. El sueño hizo que algo me doliera por dentro por lo que yo le había hecho a nuestra relación, y me puse a llorar. Cuando logré controlarme escribí dos cartas: la que tienes en las manos en este momento y una para ella en la que por fin la dejó ir. Ella, a su manera, me dijo que debía continuar con mi vida y he escogido hacerle caso. No sólo a sus palabras, sino a las inclinaciones de mi propio corazón que me conducen siempre hacia ti.
Lo siento, lamento mucho haberte herido. Iré adonde vives la semana entrante con la esperanza de que encuentres la manera de perdonarme.
Te amo, y siempre te amaré. Estoy cansado de estar solo. Cuando veo niños que lloran y ríen mientras juegan en la arena me doy cuenta que quiero tener hijos contigo. Si me lo pides, me mudaré allí, porque no puedo seguir de esta manera. Sin ti me siento terriblemente enfermo y triste. Mientras estoy aquí sentado, en la cocina, rezo para que me dejes volver contigo, esta vez para siempre.

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